viernes, 10 de febrero de 2012

Nuria

No pasó mucho tiempo desde que le cerró la puerta en las narices. Siempre hacía lo mismo. Ella se enfada. Él baja por las escaleras del portal. Ella lo sigue corriendo para pedirle perdón. Ella le dice que es una tonta. Se abrazan. Esta vez no. Esta vez la esperaría en el rellano. Cuando Nuria lo vio allí plantado, sonriéndole, esperando a que se lanzara a sus brazos, le escupió a los pies y volvió a entrar. Y por eso, porque la conocía mejor que a sí mismo, porque se sabía sus reacciones al dedillo, nunca volvió a verla.

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