Tenían mucha hambre; llevaban una semana cazando bichos para poder llevarse algo a la boca. Poco a poco las ropas se les habían roto y los zapatos podrido, hasta tal punto que era absurdo llevarlos encima, así que los arrojaron al suelo. Esas eran sus últimas pertenencias: esas y el tiempo. Tenían mucha hambre; y también tenían mucho tiempo, y por eso se lo comían. No sabía a nada pero llenaba la tripa. ¡Y tenían tanto! Para que no se desperdiciara lo congelaban quedándose muy, muy quietos. De ese modo tendrían reservas de tiempo para mucho tiempo.
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