miércoles, 21 de marzo de 2012

Pepito

El día en que nací estaba lloviendo. Me acuerdo perfectamente porque una gota me cayó justo en medio de la cara. Mi madre (una niñita de 4 años llamada Irene) me había creado y bautizado en el patio del colegio, aunque no solo estaba ella, sino también sus amiguitas. Cuando vio como la gota corría la tinta de la que mi cuerpo estaba hecho, Irene lloró con el dolor de una madre y se fue corriendo a buscar a su profesora, la señorita Rosana. Allí me dejó, tirado justo al lado del tobogán. Yo quería abrazarla, decirle que no pasaba nada, que podía repasarme con el bolígrafo... ¡pero no podía moverme! Mis líneas estaban bloqueadas. Ni si quiera podía gritar. La lluvia empezó a caer aun más fuerte y el papel donde estaba dibujado se arrugó y rompió, hasta que quedé totalmente descuartizado. Que crueldad crearme para tener una vida tan corta.

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